lunes, 16 de marzo de 2015

¿Recuerdas?

Era de noche cuando fuiste a por él. Cuando lo escogiste. La primera mirada. 

El llanto. El miedo al ser arrancado de lo conocido. Descubrir que los celos son descargas directas al corazón, y duelen. 

Cuando le envías ese mensaje, muy claro, de que ha llegado para quedarse, y sólo entonces, duerme. Aquél pequeño detalle que indica, sin fisuras, que has acertado.

Ese deporte diario de educarse en compañía, de aprender, de volver a empezar, de reaprender. Esos días en los que se mostraba y te mostraba, porque así son los comienzos.

Te das cuenta que siempre vas a recibir mucho amor. Muy pronto. Y no tardas en reconocer que vas a dar siempre mucho más. Que los caminos no cambian. Que no hay dos. Que no. 

Pues nunca te pondrá excusas. Es tu perro. Eres su oportunidad. Te quiere. Y su maleta se irá llenando de humanas aventuras, que necesita, las suyas propias. Mientras la tuya le hará espacio al riesgo, a la incertidumbre, a la valentía, a la apuesta que no es segura, al impulso y a los errores. 

E irá dejando otras caricias por el camino.